Por medio
del presente escrito se podrá visualizar un breve enfoque sobre las
semejanzas que existen entre el Chile de 1973 y la Venezuela actual. Esto es
sólo una, de las tantas pruebas que existen, para determinar una gran verdad
que emerge en nuestro país durante los últimos años. Todo esto es extraído del
libro La casa de los
espíritus de
Isabel Allende, quien tuvo que exiliarse en nuestro país luego que la dictadura
de Pinochet tomara sus riendas en Chile.
Uno de
los textos de mayor relevancia es el siguiente:
“(…)
El pueblo se encontró por primera vez con suficiente dinero para cubrir sus
necesidades básicas y comprar algunas cosas que siempre deseó, pero no podía
hacerlo, porque los almacenes estaban casi vacíos. Había comenzado el
desabastecimiento, que llegó a ser una pesadilla colectiva. Las mujeres se
levantaban al amanecer para pararse en las interminables colas donde podían
adquirir un escuálido pollo, media docena de pañales o papel higiénico. El betún
para lustrar zapatos, las agujas y el café pasaron a ser artículos de lujo que
se regalaban envueltos en papel de fantasía para los cumpleaños. Se produjo la
angustia de la escasez, el país estaba sacudido por oleadas de rumores
contradictorios que alertaban a la población sobre los productos que iban a
faltar y la gente compraba lo que hubiera, sin medida, para prevenir el futuro.
Se paraban en las colas sin saber lo que se estaba vendiendo, sólo para no
dejar pasar la oportunidad de comprar algo, aunque no lo necesitaran.
Surgieron
profesionales de las colas, que por una suma razonable guardaban el puesto a
otros, los vendedores de golosinas que aprovechaban el tumulto para colocar sus
chucherías y los que alquilaban mantas para las largas colas nocturnas. Se
desató el mercado negro. La policía trató de impedirlo, pero era como una peste
que se metía por todos lados y por mucho que revisaran los carros y detuvieran
a los que portaban bultos sospechosos no lo podían evitar. Hasta los niños
traficaban en los patios de las escuelas. En la premura por acaparar productos,
se producían confusiones y los que nunca habían fumado terminaban pagando
cualquier precio por una cajetilla de cigarros, y los que no tenían niños se
peleaban por un tarro de alimento para lactantes (…)”
Estos
hechos no están nada lejos de lo que ha venido ocurriendo en Venezuela los
últimos años. Pues, ciertamente, los rumores, las compras compulsivas los
profesionales de las colas y el actuar del Estado para impedir estos hechos,
son parte del día a día de esta guerra desatada y declarada por aquellos que
narran estos hechos como bandera política en Venezuela.
En este
mismo orden de ideas, el capítulo denominado La
Conspiración, contiene entre
sus líneas un párrafo que llama poderosamente la atención:
“Mejor
destinamos ese dinero a comprar todos los medios de comunicación, así podremos
manejar a la opinión pública, que es lo que cuenta en realidad.”
Desde
hace muchos años, los medios de comunicación han sido vistos como un buen
negocio para aquellos que tienen interés en lograr el manejo de la opinión
pública, a los fines de conservar entre sus manos una especie de sumisos que se
mantengan conformes con sus mentiras, sin tener interés alguno de verificar la
realidad de los hechos. Esto a pesar, de vivir a flor de piel la realidad. Por
lo tanto, estamos ante otra semejanza que se refleja entre estas época tan
distantes, pero a la vez tan iguales.
El cambio
que piden los adversarios a la Revolución Bolivariana es la misma implementada
en Chile a partir de 1973, los deseos expresados actualmente en Venezuela por
el sector opositor son los mismos ejecutados en la dictadura de Pinochet:
“(…) La
censura, que al principio sólo abarcó los medios de comunicación, pronto se
extendió a los textos escolares, las letras de las canciones, los argumentos de
las películas y las conversaciones privadas. Había palabras prohibidas por el
bando militar, como la palabra “compañero”, y otras que no se decían por
precaución, a pesar de que ningún bando las había eliminado, como: libertad,
justicia y sindicato.”
A pesar
que La casa de los espíritus es un libro publicado hace muchos
años, y que habla de los tiempos del gobierno de Salvador Allende, en el cual
se demuestra el sin fin de maltratos coactivos y coercitivos en la sociedad,
hay muchos que actualmente han y siguen decidiendo olvidar lo ocurrido. Por tal
razón, el siguiente texto es quizás uno de los más acertados:
“(…) La
memoria es frágil y el transcurso de una vida es muy breve y sucede todo tan deprisa,
que no alcanzamos a ver la relación entre los acontecimientos, no podemos medir
la consecuencia de los actos, creemos en la ficción del tiempo, en el presente,
en el pasado, en el futuro, porque puede ser también que todo ocurre
simultáneamente.”
Y ese es
el problema: La memoria es frágil, el transcurso de la vida es breve, los
medios de comunicación suelen ser grandes negocios, el consumismo hace estragos
en la sociedad, los antivalores parecieran prevalecer ante las dificultades.
Entonces, con todo esto, nos damos cuenta que no siempre todo depende de un
gobierno, sino que todos somos corresponsables.
El que no
aprende de su historia, la repite. La historia de América Latina nos pertenece
a todos. Los adversarios siguen siendo los mismos. La historia es nuestra, y la
hacen los pueblos. Como dijera Salvador Allende en su último discurso:
"Sigan
ustedes sabiendo, que mucho más temprano que tarde, de nuevo, abrirán las
grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad
mejor."
Y esta
gran alameda que se abrió en Venezuela, no se cerrará. La historia final de
Allende no se repetirá.
¡Viva
Chile! ¡Viva Venezuela! ¡Viva la Patria Grande!
"¿La historia se repite?
¿O se repite sólo como penitencia de quienes son incapaces de
escucharla?"
Eduardo
Galeano.